Se acerca una nueva edición de la MIM , que se celebra el próximo 11 de mayo en Castellón y que cuenta con todos los dorsales (1500) agotados hace ya algún tiempo. Esta edición será la número 15 y la 2ª con el trofeo especial Pelegrins , para los corredores que corran descalzos o con calzado minimalista. Muchos de nosotros vamos este año, algunos repetimos y otros se estrenan, unos minimalistas y otros no, y para ir abriendo boca que mejor que leer la crónica del que fue el ganador del trofeo Pelegrins en su primera edición, nuestro amigo valenciano Ramón Auñón. Gracias Ramón por compartirla con todos, nos vemos ya mismo en Castellón.
Esta fue su experiencia:
“ La Marató i Mitja Castelló Penyagolosa , prueba conocida coloquialmente como la MiM, es una exigente carrera de 63 km y un ascenso acumulado de más 2.800 m que discurre por un terreno de montaña con tramos bastante técnicos. Este año, en su XIV edición, se celebró simultáneamente el Trofeo Pelegrins Barefoot Trail Running, que contó con tres patrocinadores: las tiendas www.tottrail.com, www.5dedos.es y la prueba Monte Perdido Extrem. Las características del trazado se aprecian en el siguiente gráfico:
Casi nada.
La MiM es una prueba totalmente consolidada en el calendario de carreras de montaña de la cual es muy difícil encontrar un aspecto a mejorar. Por otro lado su exigencia supone una prueba de fuego para comprobar cómo se puede correr con calzado minimalista o descalzo en un terreno muy agresivo.
El día previo a la disputa de la carrera se celebraron varias conferencias entre ellas una dedicada al descalcismo/minimalismo en la cual David Lampón, Robert Nieuwland y Santi Ruiz explicaron al público los fundamentos y sus experiencias en esta “nueva”, aunque eterna forma de practicar la carrera a pie.
Lo explicaron de forma clara y magistral, ya que no se limitaron a exponer el tema socorrido de los fundamentos biomecánicos del apoyo del pie, bien de talón o bien de metatarsos; sino que además lograron transmitir las sensaciones adquiridas durante su experiencia, sensaciones paradójicas a veces para el no iniciado. Lo expusieron con sinceridad reconociendo sus aciertos y errores durante su transición.
Al día siguiente se dio el pistoletazo de salida a las 6:00 am siendo el tiempo máximo permitido para finalizar la prueba de 15 horas. Allí nos juntamos un millar y medio de valientes. Un millar y medio de atletas adictos a las emociones intensas, adictos a la montaña, a correr, a sufrir y a sentir. Creo que no exagero al afirmar que adictos a la vida.
Entre estos valientes finalmente se citó un corredor descalzo y otros 10 que llevábamos un calzado mínimo (tan solo 13 mm de altura máxima y sin diferencia entre talón y punta) que decidimos enfrentarnos a la prueba de una forma más natural, más antigua y en cierta forma más humana, prescindiendo de las recientes aunque omnipresentes zapatillas amortiguadas.
En cuanto a la crónica particular de mi carrera, comencé a un ritmo rápido, a menos de 4’45’’/km en un terreno que tendía hacia arriba, animado por el fresco de la mañana. Era mi primera ultra maratón y mi primera carrera de montaña y no tenía estudiado el ritmo. Además quería colocarme en buena posición para evitar eventuales problemas de aglomeración al comenzar el tramo por sendas estrechas. Corría rápido y confiado, permitiéndome incluso un par de bajadas kamikazes donde adelanté a varios corredores.
Había entrenado la técnica de correr en montaña, especialmente las bajadas, en terrenos similares a la MiM con un compañero de club minimalista que ya la había corrido el año anterior. Correr, y en especial bajar, con zapatillas minimalistas implica una concentración constante para evitar apoyar sobre piedras y también una cadencia elevada. Se pueden conseguir velocidades importantes pero se requiere una alta adaptación muscular y una técnica depurada. Eso sí, es un proceso muy divertido.
Si bien considero que estoy muscularmente adaptado para correr descalzo o minimalista hasta en carreras de 5-10 kms a ritmo de competición en asfalto, me falta mucha preparación para correr con garantías un ultra maratón de montaña.
Como consecuencia, ya en el km 17 sufrí calambres en los gemelos de ambas piernas lo que acabó conmigo literalmente en el suelo. Volvía a sufrir los problemas musculares que me han acompañado durante años. A partir de este momento cambió todo y para mí terminó la competición propiamente dicha y comenzaba la que finalmente fue la prueba más dura y épica a la vez que he disputado hasta el momento.
Dándome masajes y con estiramientos suaves conseguí reincorporarme y volver a correr. Me quedaban aún 45 kms hasta llegar a meta. Había cometido un error importante al regularme y a partir de ahora me tocaba pagarlo. En cualquier otra carrera lo suyo hubiera sido abandonar porque sabía que no podía rendir ni siquiera a cierto nivel y el riesgo de lesión siempre estaba ahí presente, pero esta prueba era especial para mí ya que me había prometido que iba a dedicar el terminarla, fuese en el tiempo que fuese.
A partir de este punto como digo empezó otra carrera. Continúe corriendo de forma suave y fluida, concentrado en minimizar los impactos y sin preocuparme para nada del ritmo.
Por los entrenamientos anteriores sabía que era necesario evitar el impacto de la zona del metatarso contra las piedras porque por acumulación del golpeteo a largo de los kilómetros podía limitar de forma clara el rendimiento al estar aún en fase de transición. Lo que no me esperaba era el tema de los calambres que se presentaban fundamentalmente en las bajadas donde era necesario un mayor trabajo muscular. Este hecho me obligó a cambiar mi estrategia inicial, que consistía básicamente en andar en las subidas y correr rápido en llano y sobre todo en las bajadas, por el de cuidar la musculatura bajando todo lo lento que fuese necesario, con la consecuente pérdida de tiempo.
En cuanto a la competición por el Trofeo Pelegrins, no sabía en qué posición me encontraba respecto al resto de corredores minimalistas. Entre ellos conocía por referencias a Robert Nieuwland, un corredor holandés especialista en minimalismo y montaña de gran nivel que finalmente tuvo que retirarse por problemas musculares, y a Santi Ruiz un magnífico corredor granadino que 15 días antes había finalizado 75 km corriendo descalzo sobre asfalto. Santi a pesar a padecer también problemas físicos importantes anduvo pisándome los talones durante toda la prueba como pude comprobar posteriormente.
Sin embargo, cuando pensaba en las posibilidades de conseguir una buena clasificación en el Trofeo Pelegrins inconscientemente tensaba los músculos y subía el ritmo, e inmediatamente aparecían los calambres que me forzaban a parar y a estirar.
Entonces decidí que simplemente quería terminar la carrera en el tiempo que fuese y para conseguirlo sabía que tenía que correr de la forma más suave posible. Para ello visualicé que iba corriendo descalzo y reduje la longitud de zancada y la elevación de los pies buscando la máxima suavidad. Así, corriendo muy relajado pasé la media maratón en 2 h, los 30 km en 3 h y la maratón en torno a las 5 horas. Y fue el tramo de carrera en el que más disfruté de la montaña.
Me quedaba la media maratón más dura y larga, y llevaba más de 3 horas luchando contra los calambres y viendo como un goteo incesante de corredores me iba adelantando sobre todo en las bajadas. No obstante la parte final me favorecía ya que la pendiente de la última media maratón se endurece de tal forma que salvo pequeños tramos resulta imposible correr y debe subirse andando. Y andando no me daban problemas los calambres.
En ese momento el calor era ya sofocante agravado por la humedad y por el hecho de que al ser el primer día de calor fuerte del año el organismo de los atletas no estaba acostumbrado. Empezaban a sucederse escenas duras: corredores desorientados, totalmente agotados, descansando en las márgenes del camino debajo de la sombra de cualquier pequeño arbusto o en otros casos inconscientemente al sol, suspiros, miradas perdidas…
En estas situaciones, cuando el ser humano sufre condiciones extremas también aparece, al menos esa es mi opinión, lo mejor de las personas. Se veían corredores agotados pero animando a sus compañeros; otros compartían con ellos la escasa agua que disponíamos y a mí en particular, cuando por enésima vez sufrí calambres, un corredor me ofreció su hombro diciéndome que sin problemas me acompañaba hasta el final, lo que naturalmente rechacé. Dicen que la mayor parte del trazado de la MiM lo recorrían desde hace cientos de años los peregrinos para llegar al ermitorio de Sant Joan del Penyagolosa. Visto lo visto, creo no es mal camino para perder o recuperar el alma.
Otro dato que demuestra la dureza de la prueba es que en torno a 500 corredores tuvieron que abandonar y la propia organización calificó posteriormente esta edición como la más dura de todas las disputadas.
Viviendo esta situación por momentos surrealista, llegué hasta el control y avituallamiento de Xodos en el km 53. Lo más positivo es que podía andar a un ritmo bastante rápido sin sufrir apenas calambres y poco a poco pude adelantar a bastantes corredores.
En el control me decidí por recibir un masaje en el puesto de la Cruz Roja ya que aún me faltaba mucho y no tenía nada claro que pudiera llegar al final. A las masajistas les llamó la atención el estado tan lamentable que presentaban mis piernas por la rigidez muscular. Quiero aprovechar para destacar la gran labor de la organización y voluntarios que con su buen hacer, apoyo y porque no decirlo cariño, hicieron que el infierno que vivimos fuese bastante más llevadero.
Salí como nuevo tras recibir el masaje pero la alegría apenas me duró 300 m el tiempo suficiente para que se agarrotaran de nuevo los músculos.
Los 10 km finales se hicieron eternos y sin duda fuero los más duros física y mentalmente. Al ser los de mayor pendiente los kilómetros pasaban lentos (a más de 15’/km) y los corredores estábamos ya muy desperdigados. Los objetivos de hacer una buena marca hacía mucho que habían desaparecido. Me concentré en mantener un ritmo elevado andando, de hecho anduve con tal intensidad que subí bastante las pulsaciones y notaba incluso que me faltaba el aire (por otro lado la prueba empieza casi a nivel del mar y se alcanzan los 1.500 m de altitud).
En la última hora de mi carrera nos sorprendió una intensa tormenta que, si bien la agradecimos porque terminó con el calor sofocante que habíamos padecido, a mí personalmente la combinación de músculos agarrotados y ahora mojados con las piedras resbaladizas me sentó bastante mal. De hecho los dos últimos kilómetros en llano y bajada, tras un aviso fuerte de rampa, decidí continuarlos andando porque no tenía nada claro que pudiera finalizar.
Por fin escuché la megafonía de meta y me animé, los últimos 500 m discurrían sobre un terreno suave y mullido que fueron una delicia, y con el subidón de adrenalina los terminé corriendo. Corriendo de una forma fluida y elegante con el estilo que caracteriza a un corredor descalzo o minimalista, o al menos eso me pareció a mí .
En la recta final un voluntario me dio una medalla y me indicó que era el primer corredor minimalista, no me lo creía y con una gran alegría y con el apoyo del público llegué a meta exhausto, levantando los brazos al cielo para dedicar esta carrera a mi abuelo Félix, la persona que me enseño a querer la naturaleza y la montaña. Finalmente logré un tiempo de 9 h 12’.
Lo mejor sin duda vino después de la prueba conforme nos juntábamos los corredores minimalistas para compartir nuestras experiencias sobre entrenamiento, técnica, material, sensaciones al correr. Esta reunión informal sirvió además para proponernos nuevos y ambiciosos retos.
En cierta forma nos sentíamos privilegiados en haber participado en la primera edición de un Trofeo que estoy seguro en los próximos años se convertirá en una referencia a nivel internacional para el movimiento barefoot en montaña. Personalmente me di cuenta que las conclusiones a las que había llegado en mi entrenamiento solitario eran muy similares a las de los otros corredores.
Mención aparte, y muy destacada, tuvo la actuación del único corredor descalzo, Mariano también conocido como Nano Piesnegros. Este corredor consiguió recorrer 34 kms, por terrenos dificilísimos con piedras de todos los tamaños y fuertes pendientes, además según nos comentó no había entrenado nunca por terrenos tan agresivos. Se retiró porque lo alcanzó el coche escoba justo antes de empezar el tramo con fuertes y continuadas rampas que serían, a mi juicio, su terreno más favorable en relación al rendimiento frente a los corredores amortiguados. De todas formas dejó claro que con un entrenamiento específico sería posible terminar la prueba. En meta nos esperaba descalzo, con unos pies en perfecto estado, siendo claro ejemplo de lo que son unos pies fuertes y sanos.
Algunas interesantes conclusiones a las que llegamos el colectivo de corredores minimalistas y que quiero compartir con vosotros fueron las siguientes:
-Minimalismo y trail: Es una unión muy divertida pero que requiere una práctica importante y una fase prolongada de adaptación. En general nos queda mucho por aprender y mucho margen de mejora. Conforme mejora la técnica pueden emplearse zapatillas con menos protección.
-Zapatillas minimalistas: Cada zapatilla tiene su terreno óptimo para el que están diseñadas aunque también depende del grado de adaptación del corredor. Así podríamos distinguir entre zapatillas de asfalto, trail suave y trail extremo, no teniendo sentido utilizar una zapatilla de trail extremo en terrenos fáciles porque restringe las sensaciones y aumenta el peso. En definitiva la elección de una zapatilla, en su caso, es una solución de compromiso entre la protección necesaria para el terreno en cuestión y la limitación en la sensibilidad, feedback y mayor peso que conlleva una zapatilla muy amortiguada.
Los corredores que hicimos pódium en la mim utilizamos bien las InovBaregrip 200 (Santi Ruiz y Miquel Ivars 2º y 3º clasificados) o las Vivobarefoot Breatho, Ramón Auñón, un servidor. Ambos modelos cuentan con un sistema de tacos de goma que resultó eficaz para evitar el punzonamiento de las piedras pequeñas y absorber el impacto de las mayores al repartirse entre varios tacos. Si bien todos nosotros llevábamos poco tiempo practicando con ellas.
-Correr descalzo: Hubo bastante consenso en que es la mejor forma de realizar la transición ya que conlleva un menor impacto y facilita una pisada más suave. Además se reduce la posibilidad de sufrir lesiones musculares (rotura de gemelos, sóleos..) o de huesos (fracturas por estrés de metatarsos) que en una transición descontrolada con zapatillas minimalistas pueden darse por su falta de sensibilidad. Incluso una vez adaptado por completo y adquirida una técnica adecuada, correr descalzo se revela como la mejor forma para minimizar los impactos.
A modo de conclusión tengo claro que el Trofeo Pelegrins si sigue recibiendo el apoyo de esta primera edición, se convertirá de aquí en adelante en un referente internacional para el denominado movimiento “barefoot”, y digo internacional porque ya en esta primera edición atrajo a un corredor japonés y a otro holandés. Además supondrá un magnífico banco de pruebas para testar la capacidad técnica de los corredores y la calidad de las zapatillas minimalistas, en caso de usarse zapatillas
Pero sobre todo está llamado a convertirse en el lugar de encuentro y foro donde compartir experiencias del colectivo descalzo y minimalista. De hecho estoy convencido de que el tema competitivo, si bien era la excusa necesaria para juntarnos, quedó en un segundo plano entre los participantes del Trofeo.”
Sobre Santi Ruiz
Corredor de maratón sub 3 descalzo y triatleta Ironman.
Re-aprendiendo a correr.