Ironman Lanzarote 2011 – Marathon

Me cambio de ropa y a correr. También me pensé mucho lo de la ropa para correr, y finalmente me decidí por cambiarme el pantalón de triatlón por uno de correr. Estoy más acostumbrado a ellos y son más fresquitos. Tuve que ponerme en pelota delante de las voluntarias que además me estaban echando crema protectora por los brazos y cara. Y Ramiro grabándolo todo.

Empecé a correr muy rápido, demasiado para mí. Hice los primeros 7 u 8 km a 4.25y la media maratón en 1h38m. Me las prometía muy felices. Iba súper flipado, adelantando gente como un loco, chocando las manos de los niños, haciendo bromas a los espectadores, no me lo creía.

Descuidé un poco la hidratación (olvidé tomar un segundo sobre de magnesio) y poco antes de la media maratón empecé a notar calambres en la zona del tendón de aquiles de la pierna izquierda.
En un libro leí que un Ironman no empieza realmente hasta el km 15 de la maratón, y si vas muy bien hasta el 25. Yo llevaba esta idea en la cabeza desde que me monté en la bicicleta, así que cuando empecé a notar los calambres pensé que había llegado ese momento. El verdadero Ironman empezaba. Bajé el ritmo considerablemente ( a 6 minutos/km), comí plátanos, bebí sales, agua, y me concentré en la pierna. Ya no iba tan feliz ni tan alegre ni tan suelto. Dí la segunda vuelta completa (aprox. 10km, 1 hora) así. Me pasaba un hielo por la zona al pasar por los avituallamientos, estiré la pierna varias veces en un bordillo y apoyaba el talón en la zancada. Como apoyara la parte delantera del pie se me montaba el músculo de detrás. Una situación parecida aunque mucho peor la viví en el maratón de Sevilla 2009 durante los últimos 12km. Creo que lo de Sevilla me ha servido para dominar esta situación aquí, porque ya sabía lo que me esperaba y mantuve la calma.

Mentalmente iba observándome otras zonas y viendo si tenía algún calambre más, pero sólo era en ese sitio. El caso es que no fueron a más y que incluso al final desaparecieron del todo, pudiendo aumentar el ritmo los últimos 10 km y sobre todo los 5 últimos, en los que ya iba lanzado y sin aflojar ni siquiera para beber agua en los avituallamientos. Ya no me hacía falta. Ya sabía que llegaba. Un sueño hecho realidad.

La entrada en meta fué lo único de toda la carrera que no se produjo como había imaginado. Fué emocionante, pero yo me esperaba emocionarme y llorar como me ha pasado otras veces (por ejemplo el día ese de Sevilla) pero no fué así. La verdad es que entré y pensé, «ya está, ya has terminado. Tampoco has sufrido tanto, en realidad no has sufrido casi nada».

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