Ahora toca la bici. Después de pensarlo mucho decido no llevar el traje de triatlón debajo del neopreno y lo que hago es ponerme el maillot seco. Creo que acerté porque fuí muy cómodo con él. Tiene más bolsillos, no da calor y en caso de fresquito se agradece. Sólo hubo un rato de fresquito, atravesando el Parque Nacional Timanfaya. lo demás fué todo con una temperatura bastante agradable gracias a las nubes.
En la bici había pensado comer y beber cada 15 minutos, y así lo hice. Incluso cuando no tenía nada de ganas ni de comer ni de beber no me salté ni una toma: trago de agua, trago de sales, trozo de barrita. Tuve que parar hasta 8 veces a mear solamente en la bici, pero prefería eso a encontrarme deshidratado después.
Además, en el avituallamiento especial del km 104 donde te daban la bolsa personal de comida entregada por cada uno en la salida me comí dos bocadillos de paletilla ibérica con aceite de oliva que que supieron a gloria. Seguí el consejo que me dió el triatleta murciano Ramón García y me bajé de la bici, me senté, y comí tranquilamente disfrutando de la estupenda vista que había desde el mirador de Haría. Además de los bocadillos me bebí un bote de agua con magnesio, un redbull y me comí dos plátanos y cuatro comprimidos de alga espirulina. No llegué a estar parado ni diez minutos.
A partir de ahí ya casi nadie me adelantaba, y poco a poco empecé yo a adelantar a alguno. En los últimos 50km adelanté a mucha gente y cada vez me encontraba con más fuerza y con más ritmo. No me lo creía.
Conforme me acercaba a la zona de transición en Puerto del Carmen iba cada vez mejor y cada vez más feliz, porque veía que iba con fuerzas suficientes para disfrutar durante el maratón. Lo que habia soñado.
En esta foto parece que estoy cogiendo la bici, pero la estoy dejando. En ese momento me siento genial, como si no acabara de darle una vuelta completa a Lanzarote en bicicleta.