Estimada FEDME (2ª parte en respuesta a su Comunicado del 30 de marzo de 2.015):
No sabe ud. bien lo satisfecho y esperanzado –sobretodo esto último- que me encuentro desde que he recibido su misiva. Por fin ofrece ud. una respuesta meditada a la cuestión planteada –la posibilidad de calzar sandalias para competir en carreras de montaña- y no se limita a menospreciar la opción por el mero hecho de resultarle poco corriente o achacable a una moda temporal.
No obstante, a mi contento por haber sabido de ud. en estos términos, he de sumar una buena parte de asombro. Y es que, según me cuenta ud. en su comunicado “la FEDME en ningún momento se ha atribuido la capacidad de coartar la libertad de los corredores prohibiendo la práctica de la carrera con sandalias o incluso descalzos” para decir a continuación –en el mismo texto- lo siguiente “excepto en aquellos casos en que la responsabilidad de la seguridad del corredor recae en la misma Federación Española o en sus organizadores delegados” . Estoy convencido de que, al repasar el texto, será capaz de distinguir esta sutil contradicción: “en ningún momento” – “excepto”.
Lo más asombroso de todo esto, estimado señor, es que ampara está “prohibición” en “los conocimientos y experiencia de sus responsables, recogidos en el reglamento de Carreras por Montaña vigente” para después justificar esta suerte de “ principio de diálogo” entre ud. y yo -surgido tras las múltiples protestas de las que ha tenido conocimiento por conducto de las redes sociales- en que no quiere tomar “decisiones apresuradas” . Y que es por ello que ha iniciado “ las acciones necesarias para analizar la situación”, “planteándose llevar a cabo un serio trabajo que, desde la posición de prudencia y rigor habituales, incorporará a un equipo multidisciplinar en el que tengan cabida las necesidades de los deportistas junto a las necesarias garantías de su máxima seguridad” .
Dice ud. también “que este equipo incluye a deportistas, organizadores, técnicos, expertos jurídicos y médicos conocedores de las particularidades del ámbito deportivo”. De modo que, primero me dice que “prohíbe” ud. en base a la experiencia de “los suyos” y más tarde que lo va a estudiar con “rigor y prudencia” en base a la experiencia “otros” –al parecer más cualificados-. Y digo yo: ¿No sería más lógico –y dicho sea de paso ajustado a derecho- que estudie ud. –con rigor y prudencia- antes de “prohibirme” nada? Si ha tomado ud. una “decisión apresurada” , estimada FEDME, por el momento, ha sido la de “prohibir” –o como quiera ud. llamar a “esa cosa” que está ud. haciendo-.
De nuevo, en mi condición de ciudadano, practicante de deporte de montaña en territorio nacional, le ruego que recapacite acerca de los acontecimientos y actúe PONDERANDO la totalidad de los intereses en presencia.
Espero que mis palabras no empañen este diálogo que, de un tiempo para acá, nos atañe. Es una pena que el mismo esté fundado en formas de calzado y no en la montaña que es –y debería ser- la cuestión que realmente tenemos en común ud. y yo.
Reciba un cordial saludo de Julius W. Carroug