Hacía bastante tiempo que no corría. De hecho, creo que a raíz de una lesión en la planta del pie por correr en un terreno con bastante desnivel no lo intentaba (que, además, tardó cerca de 2 meses en “sanar”). Y evidentemente, después de casi dos años el empezar cuesta.
Ponerse las pilas no solo significa ponerse vestirse y ponerse las playeras, estirar y calentar previamente, coger la radio para escuchar algo de música y distraerme, y ponerme manos a la obra.
Se requiere tiempo, y sobretodo muchísima constancia. Tiempo para volver a acostumbrar a tu organismo a la intensidad a la que anteriormente estabas acostumbrado. Y tiempo porque evidentemente no se puede conseguir de un día para el otro (sobretodo si no queremos que el esfuerzo nos suponga una nueva lesión por forzar los músculos y articulaciones cuando al final terminaron por perder la costumbre).
La clave está para los no iniciados –o principiantes- en empezar poco a poco, ampliando cada día o cada semana un poquito más en función del tiempo y la intensidad a la que corremos.
No es en absoluto recomendable que luego de 2 años sin correr, optemos por empezar de la noche a la mañana, porque al final el esfuerzo nos pasará factura, y el ejercicio que debe ser agradable y positivo podría llegar a convertirse en nuestro peor enemigo.
Por tanto, si eres uno de los que empiezas ahora como yo, no te olvides de lo fundamental:
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Escoge un buen lugar para correr, en el que te sientas a gusto y no corras riesgos.
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Estira y calienta bien antes de empezar a correr, por lo menos durante 10 a 15 minutos.
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Si es la primera vez, o hace tiempo que no corres, la primera semana puedes empezar practicando 15 o 20 minutos de ejercicio, para luego irlo aumentando poco a poco hasta alcanzar tu objetivo.
Recuerda que cualquiera puede hacerlo . Y si mantienes tu objetivo bien presente, al final terminarás por llegar a la meta.
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