Zapas y adicción al #barefoot

Vestido y descalzo para salir a correr esta tarde, llaman a la puerta. Salgo, descalzo como iba, y me encuentro al mensajero de SEUR con la esperada compra: mis segundas zapatillas minimalistas comerciales, las Merrell Trail Glove que, no he podido evitarlo, he tenido que calzarme para salir a probarlas.

Mi recorrido por el calzado minimalista ha pasado por la artesanía, con el tuneado un poco chapucero de mis Nimbus 12, el más trabajado realizado en colaboración con mi zapatero sobre las Trabuco 12 y el intento comercial de las Newfeel many con las que corrí la Media Maratón de Torremolinos el pasado mes de febrero, con efectos devastadores sobre el tendón poplíteo de mi pierna izquierda.

De los tres intentos anteriores, las que más he usado han sido las Nimbus , aunque he conseguido, a base de meterlas por caminos, perder alguna parte de la suela «re-pegada», aunque siguen siendo perfectas. El único incoveniente es que la tela, ya muy maltrecha de su anterior vida acolchada, está rajándose, por lo que no tienen apenas futuro.

Las más potentes, desde luego, son las Trabuco , con el defecto de que las «chorreras» y adornos de fábrica le restan ligereza y el que, ellas no tienen la culpa, se me han quedado pequeñas. Corrí con ellas mi desafortunado trail de Cabo de Gata y acabé teniendo una seria conversación con ellas:

«No sos vos, soy yo, que ya no quepo».

Quedarán para entrenos cortos y, probablemente, para andar.

Después de mucho pensar, leer , leer , leer y conversar, me decidí por comprar unas minimalistas comerciales, dudando entre las Merrel que he comprado y las Inov-8 BareGrip 200 . Me decidí por aquéllas inicialmente, aunque quedé conmigo mismo en comprarme éstas llegado el momento del barro y la humedad.

Después de unos 45 minutos corriendo con ellas puedo decir que la experiencia es placentera: con interior suave, son cómodas, amplias en la zona de los dedos y una protección sobre la planta que incluso me ha parecido excesiva (comparadas con las Trabuco tuneadas, parecen acolchadas). El pie parece haberlas llevado toda la vida, a pesar de ser su primer uso y haberlas llevado sin calcetines. Como calzado es una gozada, de verdad, aunque he acabado descalzándome para hacer los últimos tres kilómetros barefoot, como más me gusta ya.

Como conclusión, algo precipitada, tengo que decir que toda mi experiencia con zapas minimalistas me conducen a reconocerlas como una magnífica alternativa a correr descalzo, cuando hacerlo así no sea posible. La experiencia no es, ni de lejos, parecida. Tienes, simplemente, que conformarte.

¿Correr con zapas minimalistas?. Bueno, vale, sí. Haz la prueba y quítatelas cuanto antes. Te durarán mucho más.

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