Por fin maratoniano, por Chano Gómez.

Nunca hice deporte en mi juventud; nunca me llamó la atención. De hecho aprobaba la asignatura de educación física por los pelos, porque prácticamente a nadie se suspendía.

Pero poco a poco ya entrado en la veintena me atreví a probar , aunque debido a la falta de destreza y coordinación solo me decidí por correr.

Casi desde mis inicios tuve problemas musculares; no lesiones pero sí molestias, sobrecargas y malestar. Con los años descubrí que se trataba de mala técnica de carrera pero durante mucho tiempo me planteé todo: mal calzado, carencia de unas buenas plantillas correctoras de mi pisada, dismetría osea, alergia a ciertos alimentos , … y un sinfín de opciones. Lo cierto es que cada vez que volvía de entrenar me dedicaba a realizar eternas sesiones de estiramientos que nunca me liberaban de ese malestar.

A pesar de todo no cedí en el empeño de seguir intentándolo; eso sí, continuamente sufría parones deportivos y para mí nunca existió el concepto de “temporada deportiva”, sino correr cuando me recuperaba.

Fueron pasando los años y me decidí a prepararme una media maratón. Fue por el año 2001. Me acompañaba mi hermano Juanjo, al que durante la prueba seguí como pude y conseguí terminarla airoso.

A la semana tuve que dejar de correr con molestias en la rodilla derecha. A partir de ahí fueron intentos tras intentos de volver, pero hasta cuatro años después no pude retomar definitivamente el deporte que más me gustaba.

Me diagnosticaron una condromalacia rotuliana y terminé operándome de la rodilla.

En fin, mientras tanto, piscina, bicicleta y algún pequeño triatlón y duatlón para matar el gusanillo.

Entré en una espiral de zapatillas correctoras de hiperpronación, podólogos con sus plantillas, estudios de pisadas en estática y en movimiento, estudios telemétricos, análisis de orina y sangre, pruebas de tolerancia alimenticia, alergias,….

Tras media vida, esta última media, claro, haciendo deporte, el que mis piernas me permitían, jamás me planteé afrontar una prueba como un maratón. Eso era para gente bien hecha; no para mi, que me rompía en cuanto me excedía un poco.

Pero fue precisamente haciendo una carrera corta de 8 kms que un amigo me recomendó una última opción, y era la de olvidar todo y lanzarme a aprender una correcta técnica de carrera de la manera más radical, es decir, según indicaban en un blog de internet, donde un tío recomendaba correr descalzo. Y eso que este amigo es un amante acérrimo de las zapatillas de correr con su amortiguación, upper, drop y todo lo que llevan.

Esa opción me pareció una brutalidad pero en cuanto entré y leí un poco, me enganché. En realidad ya no tenía nada que perder. Este tipo se llamaba Santi Ruiz y su blog, “Cualquiera puede hacerlo” ya de por sí, decía mucho.

Leí, escuché, vi videos suyos y de muchos otros y decidí lanzarme. Total, ya lo tenía todo perdido. Solo me quedaba la posibilidad de ganar.

Me di cuenta de que existía mucha gente defensora de esta forma de correr y muchos blogs y experiencias colgadas por internet, así que el concepto de locura fue convirtiéndose en opción.

Me compré unas zapatillas con cero drop, y empecé a seguir el plan de transición que indican en zapatillasminimalistas.net , para ir abandonando mis zapas con drop, mis plantillas y mi tosca técnica de carrera.

Aquello empezó el 18 de junio de 2013. Ese día corrí mis primeros cien metros descalzo para luego ponerme mis NB 890V2 con mis plantillas y hacerme los restantes 8 kms. Poco a poco fui recortándole tiempo y distancia a ese calzado y dándoselo al barefoot y mis bare acess.

Lo primero fueron unas sobrecargas de gemelos brutales; tan tremendas como las que solía tener de vez en cuando antes, por lo que tampoco me alarmé tanto. Ya digo, no tenía nada que perder.

En el mes de octubre o noviembre corrí mi primera carrera minimalista de unos 7 kms a la misma velocidad que solía correr de amortiguado, con lo que observé que si bien, le dedicaba menos calidad y volumen al entrenamiento, la mejoría de la técnica de carrera compensaba.

En diciembre, como cada año, desde hace varios nos fuimos a Málaga donde mi hermano pequeño se estrenaba en la prueba de Maratón.

Allí conocí en persona a Santi Ruiz quien hizo la prueba descalzo. Eso me dejó con la boca abierta. Pero me remató el hecho de que me acerqué a saludarlo y presentarme y allí me enseñó la planta de sus pies. Eran pies negros, sucios pero no tenían ni un leve arañazo, ampolla ni lesión tras 42 kms.

Pude desvirtuar al Grande, pero sobre todo se me eliminaron las pocas dudas que pudiera seguir teniendo al respecto.

Y como una cosa lleva a la otra, descubrí que una buena técnica y una buena pisada es necesaria, pero no lo es todo; también jugaba un papel importante la nutrición a la que nunca había prestado atención; empecé a leer artículos, comentarios, grupos de facebook,… diferentes opiniones sobre nutrición evolutiva, alimentación para deportistas,… me leí varios libros sobre el asunto, a saber, “La solución paleolítica” de Robb Wolf, “La dieta paleolítica” de Loren Cordain, “ Alimentación para deportistas” de Álvaro Campillo y Jose Antonio García López, “ Paleodieta para deportistas” de Loren Cordain y Joe Fiel, y empecé a seguir un plan de entrenamiento y muchísimos consejos del blog de Fitness Revolucionario.

Toda esta información empezó a abrirme el camino a un nuevo sitio desconocido por mi, quien siempre había comido dulces casi sin límites, evitado verduras y frutas, poco pescado y mucha pasta y pan; solo que la naturaleza había sido siempre compasiva conmigo y no me había dado una apariencia acorde a mi alimentación, pero se notaba en el rendimiento deportivo.

En las navidades del 2013 Papá Noel me regaló unas sandalias Luna Sandals Mono y decidí esperar hasta enero para probarlas, quizás por el frío, quizás porque aunque estaba deseoso por intentarlo, tenía mil dudas.

El 1 de enero de 2014 me fui con un amigo a correr a media mañana y cuando me vió con las sandalias rompió a carcajadas. Empezamos a trotar y aquello fluía, salía solo; cadencia, relajación de brazos, postura,… todo salía tal y como había leído tantas veces y había experimentado con mis bare access, pero esta vez eran sandalias con las que corría por el campo, pisando piedras, evitando y saltando ramas, subiendo y bajando cuestas,… Fue excepcional. En mas de 20 años no había experimentado nada similar.

Todavía no había superado la etapa que llaman de transición porque los gemelos me daban guerra con cierta frecuencia, por lo que salía a correr día sí y día no; incluso si seguían molestando, me aguantaba varios días hasta apaciguar la musculatura.

Al principio cuando entrenaba, casi siempre por carretera, agachaba la mirada para evitar encontrarme con gente sonriéndose al ver mi indumentaria, pero poco a poco fui dándome cuenta de que esto para nada es motivo de vergüenza y la indiferencia ante eso me invadió.

Esto me gustaba, era algo distinto, especial, me entusiasmaba salir a correr en sandalias, sobre todo porque mis eternas molestias de rodillas y músculos habían desaparecido, corría mucho más erguido, relajado, mi pisada era más estable, firme y segura. Algo había cambiado. No era imprescindible salir a correr en sandalias, pero es que ya no podía evitar hacerlo así. No concebía encerrar mi pié en un zapato. Me gustaba; me liberaba.

Este verano del 2014 no descansé. Me apetecía correr; hacer tiradas cada vez más largas, y casi sin darme cuenta me inscribí en el maratón de Málaga. Me bajé de internet un plan de entrenamiento de 17 semanas y empecé a entrenar con el objetivo de unas 3 horas y media, a un ritmo de 5´/km; decidí que había llegado tras más de 20 años el momento de culminar aquello que me había sido vetado deportivamente.

Maratón de Málaga 2014, disfrutando el recorrido con mis LUNA Mono.

Las semanas pasaban y los kms fluyendo, hasta que en septiembre me lancé a hacer un trail de 25 kms en el Valle del Jerte. Resultó un verdadero éxito y allí pude ponerle cara y conocer al gran Rodrigo Rorro Morath.

Me cayeron felicitaciones por todas partes, por parte de todos los grupos de facebook de los que formo parte: de los “cualquieras”, de mis hermanos “pies negros”,… tanta gente de la que recibo apoyo, información y experiencias.

Evidentemente ese trail lo hice con mis Luna Oso, que se portaron de maravilla. Mis pies estaban ya acostumbrados a rozar el aire y sentir el suelo más cerca. Además, la recuperación tras la prueba fue rapidísima.

Maratón de Málaga 2014

image6 Un domingo de octubre, en pleno entrenamiento para el maratón se me sobrecargó un gemelo y me mantuvo en el dique seco cuatro semanas. Pero fue simplemente un espejismo.

Tras los inestimables consejos de los grandes Rodrigo Rorro y Luigi Slurp quienes me mostraron lo que tenía ante los ojos, que era el hecho de que tras tantísimos años de sobrecargas musculares, el descanso, estiramientos y sesiones de fisioterapia no habían logrado la calma que se merecían mis gemelos, a los que con la transición al minimalismo les estaba dando aún más tensión.

Fue la punción seca la que se encargó de poner las cosas en su sitio y me dejó seguir con mis entrenamientos aunque ya solo me quedaban cuatro semanas para el día 7 de diciembre por lo que decidí salir a correr sin aquel objetivo de tiempo, sino solamente de terminar la prueba intentando bajar de las 4 horas, a ser posible.

Cuando llegó el día de la prueba apenas había hecho un par de salidas largas; una de 28 y otra de 21 kms, pero las sensaciones eran buenas.

Aquello empezaba y yo era un mar de dudas. No sabía a qué hora levantarme, qué desayunar, si desayunar siquiera. Algunos domingos había salido en ayunas y hecho tiradas largas para entrenar también el consumo de grasas; entre semana esperaba unas cuatro horas desde la última comida para entrenar; no sabía si llevar geles, pastillas de sales; decidí ponerme en contacto con Santi Ruiz para comprar un bote de UCAN y usarlo en el maratón pero se me echó el tiempo encima y no quise experimentar la última semana previa a la prueba.

En fin, a pesar de haber experimentado el entrenamiento en ayunas y tomar de vez en cuando en las tiradas largas unas bolitas de frutos secos que me hice, no sabía cómo iba a reaccionar mi cuerpo ante ese volumen de kilómetros y sobre todo las piernas que siempre me habían fallado.

Ese día me levanté a las 7. No podía estar mas tiempo en la cama del hotel. Desayuné medio kiwi, dos trozos pequeños de melón, una pera y un café solo sin azúcar.

Del tirón a encontrarme con mis hermanos; uno me iba a a acompañar en la prueba; y el otro venía porque es hermano y quería estar ahí, como debe ser.

image1

Ya en la zona de salida me encontré a un tío que llevaba una camiseta como la mía y de un salto me acerqué y le dije “ninja”. Se trataba, como no podía ser de otro modo del gran José Luis Nortes Villa, pies negros, como yo. Tras intercambiar pocas palabras porque el tiempo se echaba encima, foto y venga a calentar un poco.

Comenzamos la prueba bastante despacio. El primer kilómetro casi a 6 minutos pero teníamos lo que creíamos que era el globo de 3h30′ a la vista. Cuando nos dimos cuenta se trataba del globo de las 4 horas, así que apretamos un poco. Como veis, no íbamos muy atentos. La intención era que mi hermano me acompañara el primer medio maratón porque andaba algo lesionado con los gemelos (él también es minimalista y un día entrenando se pasó de rosca).

Sobre el kilómetro 6 nos encontramos a un corredor descalzo. Nos acercamos y tras preguntarle se trataba de Miquel; se hacía llamar en las redes “Excalibur”y me comentó que había escrito algo para “Cualquiera puede hacerlo”. Nos deseamos suerte y seguimos adelante. Sobre el 18 conocí y saludé al que todavía no le ponía nombre, el pies negros Juan G. Moreno, descalcista, al que deseé buena carrera.

Todo funcionaba y llegamos al kilómetro 21 donde mi hermano iba a quedarse y a su vez un amigo, Juan Pedro Reyes, gran corredor amortiguado, iba a incorporarse para hacerme compañía los últimos 21. Cuando nos fuimos a dar cuenta ,mi hermano seguía ahí entusiasmado, y éramos tres corriendo por debajo de 5´el kilómetro. Lo curioso es que iba más rápido del ritmo planteado pero las piernas iban de maravilla, el corazón rozando las 150 pulsaciones y la mente fría.

Sobre ese kilometraje me dió un grito un conocido de la zona, el gran Pelaggio Forcada Encontramano , al que saludé casi como si nos conociéramos de hace tiempo. Echamos unos kilómetros juntos, hablando lo que nos permitía el ritmo y vamos que nos vamos.

image5

En breve ahí estaba Ronn Reyes, otro barefooter que iba enganchado en el globo de las 3h30´. Me dijo que iba bien. Lo vi fresco y me despedí.

Allá por el 32 subidón. Mi familia al fondo y mi mujer me pregunta que cómo voy. Levanto los pulgares y aprieto puños. Realmente iba espléndido; gratamente sorprendido con mis fuerzas pero casi de inmediato se me cambia la cara y veo que debe entrar en funcionamiento la mente, porque las piernas iban ya con el piloto automático y faltaba algo.

Me vino a la cabeza lo que los grandes experimentados dicen: El maratón empieza en el kilómetro 30. Y así fue. Pero recordé también lo que tanto había leído y escuchado: Es algo temporal y si lo controlas, pasa rápido. En el kilómetro 36 o 37 sabía que esto estaba ya hecho; que solo quedaba aguantar, mantener la cadencia, cuerpo erguido, brazos y hombros relajados y hasta la meta.

Solo escuchaba gritos de aliento por parte de la gente, y sobre todo de mis dos compañeros Juanpe y Juanjo, gritando a todo pulmón: “solo quedan 4 kms”, “solo quedan 3 kms” y la gente alrededor respondiendo con más gritos. Eso fue espectacular; saberse apoyado por tanta gente y saber que mi hermano y mi amigo estaban ahí empujándome, me hacía más fuerte.

El último kilómetro lo hicimos pasando por la calle Larios a 4´28”; al ritmo que yo iba imponiendo, porque tenía claro que iba a entrar en meta apretando los dientes. Al final consigo terminar en 3h31m, muy satisfecho.

Un pequeño espasmo en el isquio izquierdo y en el gemelo derecho me dieron un toque de atención para que no olvidara que era de carne y hueso, aunque en ese momento me sentía inmortal, pero al final, el paso por meta me demostró que lo había cumplido; que lo peor que puede pasarle a alguien es precisamente perder la fe en sí mismo, y eso a pesar de tantos traspiés era algo que había superado.

Así que ya os digo a quienes hayáis sido capaces de leer todo este ladrillo: mi caso no es más que otro ejemplo más de que Cualquiera Puede Hacerlo.

Chano Gómez, maratoniano.

image2

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *