Ahí estamos «los cuatro». Los Martos y Jorge Abarca terminamos la CxM SIERRA ELVIRA 2017 , Copa de España.
Con las piernas llenas de arañazos y aún con unas agujetas «pa llorar», me dispongo a escribir la crónica sobre la carrera más dura que he hecho hasta el momento . Y para explicar por qué lo he sentido así, comienzo haciendo una comparación, aunque sean odiosas…
El coeficiente de dificultad por la FEDME para la Maratón Alpina de Jarapalos es de 112. Para Sierra Elvira es de 61 . Casi la mitad menos. Si he corrido 4 veces Jarapalos (44 kms), tres de ellas disfrutando, esta carrera (30 kms) tendría que haber estado chupada para mí, o al menos, con esos datos es lo que se puede pensar.
Sin embargo, si te dicen que el tiempo límite que tienes para terminar Jarapalos, con esos casi 5.000 metros de desnivel acumulado, es de 7 horas en vez de 8 horas y media, ya cambia la cosa, verdad? (ojo, para alguien como yo, no hablo de los pro ).
Pues eso, que la CxM Sierra Elvira, en mi humilde opinión, no es que sea más dura que Jarapalos, ni más dura que el Ultra de Sierra Nevada… En realidad estas carreras son duras de narices, por igual. Cada una tiene lo suyo, pero son verdaderamente exigentes.
Sin embargo, la dureza de Sierra Elvira , y lo que la hace un infierno frente a las otras, radica en sus exigentes tiempos de corte para una corredora del montón como yo, que no es veloz ni entrena para serlo. Tener que subir y bajar esos famosos tres morrones con el reloj presionando, ha sido realmente duro y complicado.
Esta carrera no te da tregua . Aquí ni he parado a charlar con nadie, ni he hecho fotos, ni he grabado un vídeo, y apenas he podido parar a comer en los avituallamientos. Correr 30 kms de dureza extrema a tu tope desde el minuto 1 , te deja vacía conforme va avanzando la carrera.
Pero no voy a centrarme sólo en «lo malo», pues también es cierto que probablemente sea la prueba con más motivación que he hecho hasta el momento . Todas las carreras a las que me he enfrentado han sido especiales para mí. De todas guardo un gran recuerdo. Por las anécdotas, por la distancia, por la compañía, por las risas o por otro reto superado. Pero ésta ha sido increíblemente especial por dos motivos: El primero haberla hecho con mis hermanos . El segundo, haberla corrido por nuestro amigo Jorge , y con él acompañándome durante todo el recorrido.
Y si seguís leyendo (ya sabéis que yo entro en bucle y escribo y escribo sin parar…), entenderéis por qué Jorge se ha venido conmigo ;).
Cuando todos los Arapahoes se inscribieron en Sierra Elvira, yo dije que NO de forma rotunda. Sabía por ellos, que era muy, muy dura. Que tenía unos tiempos de corte demasiado exigentes para mí. Y yo desde hace tiempo, decidí correr para disfrutar .
«Qué necesidad tengo…» eso me lo he repetido tantas veces ya… Que no, no tenía ganas de volver a entrenar por obligación, me apeteciera o no. No tenía ganas de cargar mis piernas con entrenos excesivamente largos. Quería correr, siempre quiero, pero sin llevar mi cuerpo al límite, combinándolo con la natación que tanto me gusta, con mis ejercicios de fuerza, y con el único objetivo de sentirme fuerte, de sentirme bien.
Unas semanas después, mis hermanos me avisan de que por una apuesta (¡bendito sea!), se han inscrito a Sierra Elvira. «Sólo para que lo sepas», «por si te animas», «vamos todos», etcétera, etcétera… Al final aquello acabó en un «venga Tite (mi hermano mayor), inscríbeme pero no digas nada a nadie por favor, no quiero presiones ni que nadie me anime a ir, si llegado el momento me veo bien y tengo ganas, la haré».
Y me olvidé de la carrera. Absolutamente . Pasaban las semanas y no siempre salía a correr por la montaña con los Arapahoes. Más bien he ido poquito en los últimos meses. Ni domingos, ni nocturnas los jueves. Cuando eran salidas de menos kilómetros, me unía a ellos, cuando no, corría por mi cuenta.
Y un buen día, fue la presentación del libro de Jorge Abarca en la facultad de Psicología . Y ahí cambió todo. Entre otras muchas cosas de las que habló aquella tarde, comentó, que uno de los lugares donde le gustaría estar siempre, era Sierra Elvira . Le pregunté por qué a su mujer, que estaba sentada a mi lado y me dijo: «porque es allí donde él se puso fuerte, donde disfrutaba corriendo». Y entonces me dije: «¿y yo que puedo no voy a correr? Claro que lo haré, y lo haré por él.»
Si a eso le unimos los ánimos de mis hermanos conforme se acercaba la fecha, pues las ganas y la ilusión se apoderaron de mí a un mes aproximadamente de la carrera.
Lo bueno de ésto, es que no pasas nervios. No contaba con ello. Sierra Elvira llegó de repente y yo iba a correrla . Si conseguía pasar el corte, sería estupendo. Si no lo hacía (contaba con ello), me retiraría habiendo corrido 22 kms por mi amigo y en su Sierra, porque Jorge daría la vida por estar ahí, y nosotros tres lo íbamos a hacer por él.
Y antes de continuar, aclaro una cosa. Ninguno de nosotros tres hemos entrenado específicamente para esta carrera. Pero ojo, que no somos tres que no han corrido en su vida y de repente nos enfrentamos a ella. Tenemos muchos kilómetros de montaña en nuestras piernas, unos más que otros, y normalmente nos mantenemos activos y hacemos deporte. Lo primero de todo es ser responsable y no quisiera dar a entender que a este tipo de carreras puede ir todo el que quiera. Puede, claro que puede, pero en las condiciones físicas mínimamente necesarias para someter al cuerpo a ese nivel de exigencia. Y otra cosa, cabeza , y de eso, si tenemos mucha nosotros tres!
… Llegó el día y el momento de comenzar. Todo el equipo Qualquiera con las camisetas del reto de Jorge en su honor y para seguir dando visibilidad a la ELA . No todos terminaron, pero todos pusimos las misma ganas y entusiasmo. Y todos los que se enfrentan a esta carrera son unos campeones, del primero al último. Estar en la línea de salida ya es de valientes. Así que enhorabuena a todos.
Nosotros tres nos centramos en nuestra carrera . Mi hermano Ignacio, el mediano, nos aseguró que por sus santos «co…nes» nos llevaba en tiempo al punto de corte. Y nosotros confiamos y corrimos; corrimos sin parar.
Teníamos que hacer 22 kms en 3,5 horas. Ni un minuto más. Y esos 22 kms, no son ningún paseo, la verdad. Incluyen la subida al primer morrón. Y si lo conseguíamos, podríamos continuar. Nos faltarían entonces 8 kms aproximadamente, con los dos últimos morrones, que como todo el mundo aseguraba, era lo más bestia de la carrera. Duro para morirse, vaya.
En el segundo avituallamiento , allá por el kilómetro 11 creo, vimos a nuestro amigo Quirós. Qué alegría! Nos hizo alguna fotillo llegando, como la que os enseño aquí abajo, nos animó y nos dijo que íbamos bien de tiempo. Repusimos fuerzas y continuamos .
Pronto me vi subiendo el primer morrón, El Piorno . Hasta ese momento íbamos bastante animados porque según lo recorrido, llegaríamos sin problema al corte. Pero claro, los kilómetros van haciendo mella, y la subida al Piorno no hace más que ralentizar el crono . Costó trabajo, pero llegamos, uno tras otro. Yo la última, como en la mayor parte de la carrera. Tite, en su afán de no ser esperado, tiraba y tiraba sin parar, e Ignacio, que iba sobrado, adoptó su papel de hermano mediano de forma literal, porque se quedó en medio de los dos para tirar de mí todo el rato.
Al llegar arriba, había un grupo de mujeres a las que tengo que mencionar. Se deshicieron en piropos para mí . Y con mucho arte por cierto. Decían cosas como «qué guapa eres, cucha que piernas tienes más bonicas, qué garbosas, mira qué tipo, no me digas que no te merece la pena correr…» Y yo les dije apenas sin aliento: «merece la pena correr por todos aquellos que no pueden». Se me emocionaron. Y yo también.
Y entonces, comencé la bajada allá por el kilómetro 20, cuando Ignacio nos gritó: «ahí está, ahí está!» Yo pensé que se refería al punto de control, pero fue aún mejor que eso. Abajo ví la silueta de Jorge en su bicicleta . Qué subidón madre mía. Qué alegría. Bajé con mucho cuidado, con las lágrimas saltadas hasta que lo alcancé para darle un abrazo . Cuanto lo estaba mencionando kilómetro a kilómetro para que me diera fuerzas. Su hermano Migue y él nos llenaron de energía, y nos advirtieron de que no nos entretuviésemos más porque nos quedaríamos fuera. Así que sintiendo mucho no poder charlar más con ellos, continuamos.
Alcanzamos el avituallamiento y no pude parar ni a beber ni a comer. Le dijeron a Tite que el corte estaba a 500 metros en subida, y que íbamos justos. Teníamos que lograrlo. Tite se adelantó, esprintó como pudo para llegar y advertir que estábamos detrás , justo ahí. Ignacio, delante mía tirando y tirando . De repente vió a Tite unos metros más adelante hablar con el juez de carrera. Se volvió y me dijo: «Ñusi, tú pon buena cara, que no te vean mal, que tenemos que continuar!» jajaja. Puse la mejor de mis sonrisas y me planté en el punto de control.
Yo que imaginé que una vez llegados a este punto, lo celebraríamos…no sé un abracico aunque fuera ;)…pero qué va, la presión continuaba porque llevábamos a los corredores escoba muy cerca y no podían alcanzarnos . Como dice mi hermano Tite, yo hice los 30 kms sin parar, sin descanso, porque ellos alcanzaban cimas o avituallamientos y paraban unos segundos a respirar un momento mientras yo llegaba. Pero yo nada. Viví la famosa «parada del hijo puta» (con perdón) en mis propias carnes. Pero yo no lo he pensado hasta ahora. Hicieron bien en no darme tregua, porque si paro…no sigo.
Lo conseguimos pues a tan sólo 4 minutos del tiempo límite, pero lo conseguimos . Nos dejaron continuar en carrera, y yo estaba flipando por ello. Pero llegados a este punto, yo quise que mis hermanos se fueran . Yo ya iba a llegar a meta, antes o después, me daba igual. Y ellos hubieran podido llegar antes si no es por mí. Pero aunque lo dije en varias ocasiones, no me hicieron ni caso, incluso se me enfadaron. Así que no me quedaba otra que seguir apretando el culo y continuar sin parar.
Morrón de en medio , ni me entero. Subo y subo sin mirar hacia arriba. Dolor y pura inercia. Sólo escucho a Tite que me va diciendo: » Ñusi 500 metros, Ñusi 250 metros…» y así hasta llegar arriba. Cuando alcanzaba cimas siempre pensaba: «ahora avanzo corriendo y sumo tiempo…», pero qué va. Las bajadas son la pera. Muy técnicas y peligrosas . Bajaba más lenta que subía, y aunque logré no caerme ni una vez, lo pasé regular en alguna ocasión que otra.
… Ya llegábamos al último avituallamiento. Y allí volvimos a encontrarnos a Roberto y a Pablo de Bicha Trail Mountain . Los habíamos visto varias veces a lo largo de la carrera. Siempre es una alegría ver a alguien conocido que te anime. Siempre lo digo, esto da alas para continuar. En esta ocasión, cuando Pablo nos vio aparecer, nos animó muchísimo. Bajó unos metros andando para cogerme del brazo y ayudarme a alcanzar el avituallamiento. Me rellenó de agua mi mochila, me dedicó palabras de aliento y cuando miré hacia arriba y vi aquel cortafuegos, el último morrón, le dije: «Pablo, eso tengo que subir ahora..?» Y él me dijo, «en peores te has visto ya Ñusi, venga parriba que ya estás».
Y sin pensarlo demasiado comencé ese infierno de ascenso. El morrón de la punta . No quise mirar hacia arriba en ningún momento. Levantaba la vista una chispa para ver las zapatiillas de Ignacio y asegurarme de que no me desviaba demasiado. Era una auténtica pared . Mi hermano me dijo que si quería parar un momento a respirar. Yo le dije que no. Prefería acabar cuanto antes la agonía, pues además me daba miedo perder el equilibrio y caer hacia atrás. Entonces Ignacio me dijo que pensara en Jorge, y yo me centré en pedirle una y mil veces fuerza . Vaya que si me la dio. Estuvo conmigo todo el camino. Con los tres, e hicimos la carrera juntos de corazón.
Al llegar arriba, los voluntarios gritaron mi nombre para animarme, pero me encontré con que… ¡mis hermanos ya habían echado de nuevo a correr! Otra bajada y últimos kilómetros para llegar. Los corredores escoba quedaron atrás. Ya no los oía gritar con voz potente y profunda «¡Esto es Sierra Elvira!» , y cada vez tenía más claro que lo conseguiría. Y aunque me llenaba de euforia con esos sentimientos, mis piernas ya no respondían. Los últimos kilómetros se me hicieron duros pero ahí estaba la meta, nuestro amigo Antonio esperándonos, y sus ánimos, el último empujón para alcanzarla.
Terminé Sierra Elvira, una carrera con una organización estupenda, con unos voluntarios magníficos, una bolsa de corredor que debería ser ejemplo para otras y unos avituallamientos muy completos . Con lo que allí pude comer, y con mis sobres de agua de mar Totum Sport de Laboratorios Quinton , tuve la suficiente energía y la necesaria hidratación para terminar la carrera.
Y a pesar de no haber tenido buenas sensaciones al inicio de la prueba, no creo que tuviera un mal día, creo sencillamente, que no estaba preparada para afrontarla de «forma alegre» , que sufrí demasiado, y que no di más de mí porque realmente no pude.
Antes de finalizar, me toca mencionar a mi amiga Esther . Inevitablemente me acordé de ella. Compañera, los papeles cambiaron esta vez. En esta ocasión he sido yo la que se ha visto siguiendo a su liebre. Y qué duro es. Ahora entiendo perfectamente tus caritas desencajadas en Jarapalos, cuando sin apenas dejarte parar, yo te gritaba vamos, vamos! . También comprendo tu actitud de no creer que lo conseguirías hasta que te viste en la misma meta. Y aunque ya me pareciste una campeona por tu forma de responder en carrera, hoy lo valoro mil veces más. Así que de nuevo, enhorabuena.
Ya sí termino, agradeciendo por supuesto «mi nuevo logro» a tres personas . Porque si no fuera por ellas, yo no lo habría conseguido..
A mi hermano Tite . Eres sencillamente increíble. Quien dude de tus posibilidades es que no te conoce. Es cierto que no entrenas mucho la carrera pero a cabeza no te gana nadie. Verte por delante, con tus bastones, subiendo y subiendo sin parar, me motivaba a continuar. No te viniste abajo en ningún momento, ni por las caídas que sufriste, ni por el cansancio, ni por el dolor de tu pie. Nada te para. Te admiro y te doy una y mil veces gracias.
A mi hermano Ignacio . Seguir un ritmo en carrera superior al tuyo es difícil, pero no más que ir por debajo de tus posibilidades. Y tú eso lo sufriste el sábado en tus propias carnes. Ibas sobrado, parando, sin perderme de vista en ningún momento y animándome todo el rato. Debiste acabar agotado. No sabes lo importante que ha sido para mí, que fueras tú quien me llevara a meta. No olvidaré jamás lo mucho que me cuidaste en carrera. Y a pesar de mi agotamiento, conseguiste que no decayera. Sólo puedo darte las GRACIAS .
OS QUIERO MUCHO HERMANOS.
A Jorge Abarca . Por acompañarme de corazón durante los 30 kms. Por darme tu fuerza en cada paso. Por aparecer, de repente, y regalarme con tu abrazo una inyección de energía y de fuerza para continuar. Porque corrí por tí. Y ni mis piernas ni mi cabeza, se iban a parar sabiendo que te lo debíamos. Imposible con todo lo que tú me has dado. Porque desde que te conocí, mi vida es más bonita. Gracias siempre POR TODO a tí.